Luis León Latuche @Luisell24 –
El cantante, compositor y multi-instrumentista Jesús «Chuchito» Sanoja, calificó al maestro Jesús Soto como un artista cargado de Universalidad.
Sanoja, quien compartió grandes proyectos con el pionero del arte cinético en Venezuela, enfatizó que el maestro con sus obras era un clamor al detenimiento y a contemplar la inmensidad de la selva, Guayana y del río Orinoco. «Soto representa un freno a la inútil velocidad de ir apurado en la vida, (…) por eso nuestro proyecto se llamó no tengo prisa, lo cual es toda una filosofía de vida».
El 5 de junio de 1923 nació Jesús Rafael Soto, destacado por su vida solemne como artista y por un legado de vida admirable. Hijo de Luis Rafael García Parra y Emma Soto, nativo de unas callecitas del barrio Santa Ana, de la hoy Ciudad Bolívar, pasó su infancia y primera juventud en la histórica y sus alrededores.
Hacia la edad de 12 años comienza el aprendizaje de la guitarra. Sus primeras experiencias plásticas estaban ligadas a pintar afiches para un cine de su ciudad natal. Pero, no es hasta 1940 que emprende su carrera como artista, estudiando en la Escuela de Artes Plásticas con compañeros como Carlos Cruz Diez y Alejandro Otero.
Jesús Soto, el buen amigo
Sanoja recordó la mística de trabajo y la pasión que el artista centenario colocaba a sus proyectos, al igual que su rigor consigo mismo y el sentido de dureza de la crítica ante su propia obra. Pero, también la calidad de ser humano excepcional que poseía.
«Compartir cuatro años con el maestro Soto ha sido algo demasiado especial. Cada vez que hablo y recuerdo, siento la misma emoción cuando me explicaba que buscaba expresar con sus obras» dijo.
El maestro Jesús Soto supo combinar el arte y la cultura, además de motivar a los niños a apreciar el arte, viviendo y sintiendo sus obras. Reflejo de eso es su tema «El tripón», de la colección realizada con Sanoja, hecho que lo convirtió en un punto de inflexión en el arte venezolano.
Sanoja enfatizó que Soto, por amor a la vibración de las cuerdas, dedicó un tiempo importante al estudio de la música, práctica que hacía con la misma entereza si a la puerta había que dar un recital.
«En una oportunidad, estábamos en Margarita en el festival de violín, que lo hicimos en honor a Soto, él vino y nos acompañó (…) y como suele suceder, terminamos cenando en un restaurante, gracias a la música venezolana que amenizaba el lugar, él sentado a mi derecha hasta que se fue la luz y no percatamos que el maestro no estaba allí y, cuando lo buscamos, estaba tocando las maracas con la agrupación» recordó.